Me despierto por la mañana. A mi lado, en la mesita de noche, veo la taza de té, ya frío.
Son los restos de una larga noche de sonrisas.
Es tarde, pero no me importa. Nadie me espera en la oficina, ni en la escuela, ni en la cocina.
Solo hay algo que me espera: el cuarto de baño.